viernes, 17 de octubre de 2008

Noooo, no voy a llorar por ti,
vooooy, a guardarme este recuerdo.
Nooo, no voy a llorar por ti,
queeee, mi corazon no ha muerto,
no ha muerto, no ha muerto.

Que quieren sueños de nuestra tierra o vislumbres de cada guerra,
donde los dientes de un zapoteca liberan sueños de mezcal.

Que lo malo se va acabar,
que lo bueno ya va a empezar.
Ya no quiero llorar de pena solo quiero cantar azucenas,
que el cielo me quiere cantar,
platicaba la espuma al mar.

Que unos ojos que estaban llorando,
que unos puños que se cerraban,
y en el viento que se crecía,
mariposas que ya no volaban.
Y una guerra tapan con su manto,
unas calles con hombres quebrados,
donde manda la ley de la selva,
donde fueron las cosas buenas.

Yo te culpo por el silencio,
en la culpa de una mirada,
yo te uso como testigo
es un caso sin juez ni balanza.

Yo te busco por el bordado,
de mujeres y de poetas,
el discurso que causa preguntas,
el tejido de servilletas.

¡Justicia!

Te busqué en la calle,
te busqué en el diario,
la televisión,
en las voces sordas de los tribunales.

¡Justicia!

Te busqué en las caras,
te busqué en las bocas,
te busqué en las mentes,
te busque en los ojos de nuestras ciudades.

Sigo creyendo, que lo malo acaba,
que lo bueno viene,
la conciencia te llama.

Siiigo creyendo, que lo malo acaba,
que lo bueno viene,
la conciencia te llama.

Yo te busco en las defunciones,
que en papel nunca aparecieras,
en la mancha de las canteras,
la pintura te borraría.
Pero no borran mi memoria,
ni el orgullo, ni valentia,
ni la voz de las cacerolas,
ni la radio de mis vecinas.

Como a ciegas vamos tentanto,
que en el odio no hay luz que pase,
se hace fuerte ese monumento,
la serpiente de dos cabezas.

No te veo en los altos mandos,
no te encuentro en las oficinas,
ni en el hombre del uniforme,
ni el record de las orillas.

¡Justicia!

Siiigo creyendo que lo malo acaba,
que lo bueno viene, la conciencia te llama.



cantan Justicia! lila downs y quique bunbury
rodante hizo lindo post..

la melodía y el alma inlove (canta silvio)

martes, 16 de septiembre de 2008

..shine on you crazy diamond..



THe GReaT GiG iN THe SKY

y no le tengo miedo a la muerte, en cualquier momento llegará,
no me importa, por qué debería tenerle miedo?
no hay razón para ello, tendremos que irnos algúna vez
si podes oir este susurro es que te estás muriendo
nunca dije que la muerte me asustaba..






como podría describir las sensaciones que me dan cuando escucho a pinki
hace un ratito me senté en la compu pa escribir algo, y la tecla de la flechita que va para la izquierda es la que mas uso..
p.u.l.s.e. suena de fondo, dami se baña y wright no esta..
pero sinembargo en este mismito momento lo escucho tocar.. entonces podemos decir que la gente se va? si.. claro que si, se va.. pero debo agradecer a quien inventó estas cosas de las cintas, los casetes, el audio, las grabaciones, las computadoras.. gracias a ellos, el teclado de él sigue tocando, me sigue deleitando y elevando.. eso es floyd para mi.. es como subirme a un parapente (nunca me subí) pero asi me siento.. en el aire, volando sin necesidad de prender un pucho loco..
siempre serán un misterio para mi.

(esta noche quiero soñarme rubia corista rosa)


salutes richard
y gracias...



THeRe´S NoT THe DaRK SiDe oF THe MooN ReaLLY. MaTTeR oF FaCT iT´S aLL DaRK

viernes, 13 de junio de 2008

el libro de los amores ridículos


El libro contiene 6historias de amores ridículos y este es uno de ellos.
escribirlo fue volver a leerlo...
son 12páginas de un librito de 21x14cm y con letra amiga...
la portada es un óleo sobre madera de Picasso y se llama "mujer con medias verdes"
.
.
este lugar me gusta...
registro de un tiempo leído
=)

Que los muertos viejos dejen sitio a los muertos jóvenes


1
...Volvía a casa por una calle de la pequeña ciudad checa en la que vivía desde hacía ya varios años, resignado a soportar una vida no demasiado movida, el cotilleo de los vecinos y la monótona grosería que lo rodeaba en su trabajo, y le prestaba tan poca atención a todo (tal como suele hacerse cuando se recorre un camino que se ha recorrido 100veces) que por poco pasa a su lado sin verla. En cambio ella lo reconoció de lejos y, mientras se acercaba a él, lo miraba con una ligera sonrisa que, justo en el último momento, cuando ya casi se habían cruzado, hizo funcionar el sistema de señales de su memoria y lo arrancó de su somnolencia.
--No la había reconocido!– se disculpó, pero fue una disculpa tonta porque de un salto habían ido a parar a un tema del que hubiera sido mejor no hablar: no se veían desde hacía 15años y durante aquel período ambos habían envejecido.
--Tanto he cambiado?– le preguntó ella y él le respondió que no y, aunque era mentira, no era del todo mentira, porque aquella ligera sonrisa (que expresaba recatada y moderadamente una especie de eterna capacidad de entusiasmo) llegaba hasta aquí atravesando una distancia de muchos años sin haber cambiado para nada y lo dejaba confuso: le recordaba con tal precisión el aspecto que había tenido esta mujer que tuvo que hacer cierto esfuerzo para no percibir la sonrisa y verla a ella tal como era en este momento: era ya casi una mujer vieja.
... Le pregunto adónde iba y que planes tenía, pero ella le respondió que había venido a hacer unos trámites y que ahora no le quedaba más que esperar que llegara el tren que por la noche la llevaría a Praga. El manifestó su alegría por el inesperado encuentro y, como coincidieron (con toda razón) en que los dos cafés locales están abarrotados y sucios, la invitó a su apartamento, que no está lejos de aquí y donde hay café, té –y sobre todo limpieza y tranquilidad.

2
... Para ella había sido, desde el comienzo, un mal día. Su marido (hace 25años vivieron allí, de recién casados, durante un breve período tras el cual se fueron a Praga, donde hace 10años él murió) fue enterrado, por un extravagante deseo expresado en su testamento, en el cementerio local. De modo que pagó la tumba 10años por adelantado y hace unos días se llevó un susto al acordarse de que había pasado el plazo y había olvidado renovar el alquiler. Lo primero que se le ocurrió fue enviar una carta a la administración del cementerio, pero pensó en lo interminable e inútil que era la correspondencia con las instituciones y decidió ir personalmente.
... Conocía de memoria el camino hasta la tumba del marido, pero hoy había tenido de pronto la sensación de estar por primera vez en este cementerio. No podía encontrar la tumba y le pareció que se había perdido. Tardó un rato en comprender: allí donde solía estar la losa de granito gris con el nombre de su marido en letras de oro, exactamente en el mismo sitio (reconoció sin lugar a dudas las 2tumbas vecinas), había ahora una losa de mármol negro con un nombre completamente distinto en letras doradas.
... Enfadada, se dirigió a la administración del cementerio. Allí le dijeron que, al expirar el plazo de alquiler, las tumbas se liquidan automáticamente. Les reprochó que no le hubieran advertido previamente que debía prolongar en alquiler y le respondieron que tenían poco sitio en el cementerio y que los muertos viejos debían dejar sitio a los muertos jóvenes. Aquello la indignó y les dijo que no sabían una palabra de humanidad y respeto por las personas, pero comprendió que la conversación era inútil. Del mismo modo en que no había podido impedir la muerte de su marido, ahora se encontraba igualmente desarmada ante su segunda muerte, esa muerte de “muerto viejo” que ya no puede existir ni siquiera como muerto.
… Regresó a la ciudad y su pena empezó rápidamente a mezclarse con la temorosa preocupación por la necesidad de explicarle al hijo la desaparición de la tumba del padre y de justificar ante él su olvido. Finalmente se sintió cansada: no sabía que hacer durante todo el tiempo que le quedaba hasta la salida del tren, porque ya no conocía a nadie en ese sitio y tampoco había nada que diese motivo a un paseo sentimental, porque la ciudad había cambiado demasiado a lo largo de estos años, y los lugares que en otros tiempos le resultaban familiares la miraban ahora con un aspecto completamente ajeno. Por eso aceptó agradecida la invitación de un antiguo (semiolvidado) amigo con el que de pronto se encontró: así podría lavarse las manos en el cuarto de baño y sentarse después en un sillón mullido (le dolían las piernas), echarle un vistazo a la habitación y oír cómo, tras la cortina que separaba la cocinilla de la habitación, hierve el agua para el café.

3
… No hace mucho que cumplió 35años y fue precisamente entonces cuando comprobó de pronto que en la nuca le había raleado visiblemente el pelo. No era aún del todo una calva, pero era ya perfectamente posible imaginársela (bajo el pelo ya se veía la piel) y, sobre todo, era ya una calva segura y próxima. Por supuesto es ridículo hacer del pelo que va raleando un problema vital, pero era consciente de que la calva cambiará su cara y que, por lo tanto, la vida de uno de sus aspectos (evidentemente el mejor) estaba llegando a su fin.
… Y fue entonces cuando se le ocurrió plantearse cuál había sido el balance de este aspecto suyo (con pelo) que desaparecía, cuáles habían sido realmente las vivencias y las satisfacciones que había tenido aquel aspecto, y se quedó paralizado al darse cuenta de que había disfrutado bastante poco; al pensar en aquello sintió que se ruborizaba; sí, le daba vergüenza: porque vivir en este mundo tanto tiempo y que a uno le pasen tan pocas cosas es vergonzoso.
… A qué se refería realmente cuando se decía que le habían pasado tan pocas cosas? Se refería a los viajes, al trabajo, a la actuación pública, al deporte, a las mujeres? Se refería, claro está, a todo eso, pero sobre todo a las mujeres, porque era lamentable que su vida hubiese sido pobre en otros aspectos, pero la culpa no era suya: él no tenía la culpa de que su profesión fuera aburrida y sin futuro; no tenía la culpa, de carecer del dinero y el currículum políticos necesarios para viajar; finalmente, tampoco tenía la culpa de haberse lastimado en menisco a los 20años y haber tenido que renunciar a los deportes que le gustaban. En cambio el reino de las mujeres era para él un reino de relativa libertad y por eso no tenía excusas en este sentido; ahí había podido demostrar su riqueza; las mujeres se convirtieron para él en el único criterio adecuado para medir la densidad de su vida.
… Pero la mala suerte fue que precisamente lo de la mujeres no funcionaba nada bien: hasta los 25 (aunque era guapo) le atenazó el temor; después se enamoró, se casó y se pasó 7años tratando de convencerse de que en una sola mujer se podía encontrar la infinitud del erotismo; después se divorció, la apología de la monogamia (y la ilusión de lo infinito) se difuminó y en su lugar llegaron la audacia y el agradable gusto por las mujeres (por la variada finitud de la cantidad), desgraciadamente muy limitados por su mala situación financiera (tenía que pagarle a su anterior mujer alimentos por un hijo al que no podía ver más que una o dos veces al año) y por las condiciones de vida de una ciudad pequeña en la cual la curiosidad de los vecinos es tan inmensa como ínfima la posibilidad de elección de mujeres.
… Y el tiempo corría ya a toda prisa y de pronto se encontró en el cuarto de baño, frente al espejo oval que está encima del lavabo, sosteniendo con la mano derecha un espejito redondo por encima de la cabeza y observando de reojo la incipiente calva; aquella visión le familiarizó de repente (sin preparación alguna) con la trivial constatación de que lo perdido perdido está. El malhumor se hizo crónico y hasta se le pasó por la cabeza la idea de suicidarse. Naturalmente (y es menester subrayarlo para que no veamos en él a un histérico o un idiota) era consciente de la comicidad de semejante idea y sabía que nunca la llevaría a cabo (se reía para sus adentros de su carta de despedida: No he podido resignarme a la calvicie. Adios!), pero ya es bastante que semejante idea, por platónica que fuera, se le hubiera ocurrido.
… Intentemos comprenderle. Se manifestaba poco más o menos como en el corredor de maratón se manifiesta un insuperable deseo de abandonar la carretera cuando, a la mitad del recorrido, comprueba que va perdiendo vergonzosamente (y, por si fuera poco, debido a sus propios errores, por su propia culpa). El también creía que tenía perdida la carrera y ya no tenía ganas de seguir corriendo.
… Y ahora se inclinó ante la mesilla y colocó una taza frente al sofá (en el que después se sentó) y otra al cómodo sillón en el que estaba sentada la visitante y se dijo que había una especial mala idea en que a esta mujer, de la que en otros tiempos había estado enamorado hasta las cejas y a la que había dejado escapar (por sus propios errores, por su propia culpa), se la encontrase precisamente en este estado de ánimo y en esta época, cuando ya nada puede arreglarse.

4
… A ella le habría resultado difícil adivinar que él la veía como la que se le escapó; ella seguía recordando la noche que habían pasado juntos, recordaba el aspecto que entonces tenía él (tenía 20años, no sabía vestirse, se ponía colorado y a ella le divertía su cara de adolescente), y también se recordaba a sí misma (tenía entonces casi 40años, y una especie de ansia de belleza la hacía caer en brazos de hombres a los que no conocía, pero, al mismo tiempo, la hacía huir de ellos; siempre había pensado que su vida debía ser como un hermoso baile y temía convertir las infidelidades en una fea costumbre).
… Sí, se había impuesto la belleza igual que la gente se impone imperativos morales; si hubiera visto fealdad en su vida, se habría desesperado. Y como ahora se daba cuenta de que, al cabo de 15años, tenía que parecerle vieja a su anfitrión (con todas las fealdades que eso comporta), sentía la necesidad de desplegar hacia su rostro un imaginario abanico y por eso hacía caer sobre él una lluvia de preguntas apresuradas: le preguntó cómo había venido a parar a esta ciudad; le preguntó por su trabajo; elogió la comodidad de su apartamento, la vista de los techos de la ciudad desde la ventana (dijo que no era que la vista tuviera nada en especial, pero que había en ella soltura y espacio); nombró a los autores de algunas reproducciones enmarcadas de pintores impresionistas (no era nada difícil: en las casas de los intelectuales pobres de Bohemia encuentra uno siempre las mismas reproducciones baratas), después incluso se levantó de la mesa sin terminar el café y se inclinó sobre un pequeño escritorio encima del cual había un portarretratos con varias fotografías (no se le escapó el detalle de que no había entre ellas ninguna fotografía de mujer joven) y le preguntó si el rostro de la anciana en una de ellas pertenecía a su madre (asintió).
… Después él también le preguntó qué quiso decir cuando se encontraron al menciona que había venido a hacer "algunos trámites". Ella no tenía la menor gana de hablar del cementerio (aquí en el 5to piso tenía la sensación de estar no sólo por encima de los tejados, sino también agradablemente por encima de su vida); cuando él insistió, reconoció finalmente (de un modo muy conciso, porque la desvergüenza propia de la sinceridad apresurada nunca había sido su estilo) que había vivido en esta ciudad hacía muchos años, que aquí está enterrado su marido (silenció la desaparición de la tumba) y que hace ya 10años viene siempre con su hijo el día de los difuntos.

5
--Todos los años?
… Esa noticia lo entristeció y volvió a pensar que la cosa tenía mala idea; si se la hubiese encontrado hace 6años, cuando vino a vivir a esta ciudad, todo hubiera podido salvarse: la vejez aún no la habría marcado tanto, su aspecto no hubiera sido tan diferente de la imagen de la mujer a la que había amado 15años antes; hubiera tenido fuerzas para salvar la diferencia y percibir ambas imágenes (la pasada y la presente) como una sola. Pero ahora se habían distanciado irremisiblemente.
… Ella había terminado de tomar el café, estaba hablando y él trataba de determinar con precisión las dimensiones de la transformación por culpa de la cual se le escapaba por 2da vez: la cara con arrugas (en vano pretendía negarlo una capa de maquillaje); el cuello marchito (en vano pretendía ocultarlo un cuello alto); las mejillas flojas; el pelo (pero eso era casi hermoso!) canoso; pero lo que más le llamó la atención fueron las manos (éstas por desgracia no pueden taparse no con maquillajes ni con pinturas): se notaban en ellas nudos de venas azuladas, así que de pronto eran unas manos masculinas.
… La pena se mezclaba en él con la rabia y tenía ganas de regar con alcohol el retraso de este encuentro; le preguntó si quería tomar un coñac (tenía en el armario una botella empezada); le respondió que no, que no quería, pero él se acordó de que hacía años tampoco bebía apenas, quizá para que el alcohol no le hiciese perder la elegante placidez de su comportamiento. Y cuando vio el delicado movimiento de mano con el que rechazó el ofrecimiento del coñac, se dio cuenta de que aquel encanto de la elegancia, aquella gracias, aquella amabilidad que lo habían conquistado, seguían siendo las mismas, aunque ocultas tras la máscara de la vejez, siempre igualmente seductoras, aunque encarceladas.
… Al pasársele por la cabeza la idea de que estaba encarcelada por la vejez sintió por ella una pena inmensa, y esa pena se la hizo más próxima (a esta mujer, antes tan deslumbrante, en cuya presencia siempre se le trababa la lengua) y le entraron ganas de charlar largo rato con ella como un amigou con una amiga, en azulado humor de melancólica resignación. Y en efecto se puso a hablar (e incluso durante un rato ciertamente largo) hasta llegar a las ideas pesimistas que últimamente solían visitarlo. Naturalmente pasó por alto la incipiente calva (por lo demás igual que ella no había hablado de la desaparición de la tumba); pero, como contrapartida, la visión de la calvase había transustanciado en sentencias cuasifilosóficas acerca de que el tiempo corre más aprisa de lo que el hombre es capaz de vivir, de que la vida es horrible porque todo en ella está marcado por el inevitable final, y en otras sentencias parecidas, a las cuales esperaba encontrar respuesta aprobatoria por parte de su invitada; pero no la encontró.
--No me gusta ese tipo de frases -- dijo casi con violencia--: Lo que está diciendo no son más que superficialidades.

6
…No le gustaban las frases sobre el envejecimiento y la muerte porque contenían una fealdad física que la molestaba. Le repitió varias veces a su anfitrión, casi excitada, que sus opiniones eran [superficiales]; porque el hombre, dijo, es algo más que un cuerpo que se va estropeando, porque lo esencial es, claro, la obra que el hombre realiza, lo que el hombre deja aquí para los demás. No era esta una opinión reciente; ya había recurrido a ella cuando se enamoró, hacía 30años, del que luego sería su marido, 12años mayor que ella; nunca había dejado de apreciarlo sinceramente (a pesar de sus infidelidades, de las que por lo demás él, o no sabñia, o no quería saber) y había tratado de convencerse a sí misma de que el intelecto y la relevancia del marido compensaban plenamente la carga de sus años.
--Pero de qué obra me habla! Cuál es la obra que dejamos!—protestó con una amarga sonrisa su anfitrión.
… No quería apoyarse en su marido muerto, aunque creía firmemente en el valor duradero de todo lo que él había hecho; por eso dijo únicamente que cada persona lleva a cabo en este mundo alguna obra, por modesta que sea, y que en ella, reside su valor; después se puso a hablar de su trabajo en un centro cultural de la periferia de Praga, de las conferencias y sesiones de poesía que organiza, habló (con un énfasis que a él le pareció exagerado) de “la cara de agradecimiento” del público; e inmediatamente después se extendió en explicaciones acerca de lo hermoso que es tener un hijo y ver cómo los rasgos de ella (su hijo se le parece) se convierten en la cara de un hombre; qué hermoso es darle todo lo que una madre le puede dar a un hijo y desaparecer luego silenciosamente detrás de su vida.
… No era casual que hablase del hijo, porque el hijo había estado todo el día apareciendo en su mente y echándole en cara su fracaso matutino en el cementerio; era curioso: jamás había dejado que un hombre le impusiese su voluntad, pero su propio hijo le había puesto el yugo sin que se enterase. Si el fracaso de hoy en el cementerio la había excitado tanto era sobre todo porque se sentía culpable ante él y temía sus reproches. Claro que hacía mucho tiempo que intuía que, si el hijo vigilaba con tanto celo que ella honrase el recuerdo del padre (era él quien insistía todos los días de difuntos para que fueran al cementerio!), no era tanto por amor al padre muerto como más bien porque deseaba aterrorizar a la madre, recluirla dentro de los límites propios de la viudez; porque era así, aunque él nunca lo había formulado, y ella trataba (sin éxito) de no saberlo: le daba asco la idea de que la madre pudiera aún tener una vida sexual, le repugnaba todo lo que quedaba en ella (al menos como posibilidad y oportunidad) de sexual; y como la imagen de lo sexual siempre va unida a imagen la juventud, le repugnaba todo lo que en ella había aún de joven; ya no era un niño y la juventud de la madre (unida a la agresividad de los cuidados maternos) le obstaculizaba desagradablemente su relación con la juventud de las chicas que empezaban a interesarle; quería tener una madre vieja, sólo así podía soportar su amor y sólo así podía quererla. Y ella, pese a que a veces se daba cuenta de que ese modo la estaba arrastrando hacia la tumba, acabó por obedecerle, capituló bajo su presión e incluso idealizó su capitulación, convenciéndose de que la belleza de su vida consiste precisamente en ese silencioso desaparecer tras otra vida. En nombre de esta idealización (sin la cual las arrugas de la cara le hubieran quemado mucho más), discutía ahora tan apasionadamente con su anfitrión.
… Pero el anfitrión se inclinó de pronto hacia ella por encima de la mesilla que les separaba, le acarició la mano y dijo:
--Disculpe mi charlatanería. Ya sabe que siempre he sido un tonto.

7
… No estaba enfadado, al contrario, la visitante no había hecho más que confirmar su identidad durante la discusión: en su protesta contra las frases pesimistas (acaso no era ante todo una protesta contra la fealdad y el mal gusto?) la reconocía tal como la había conocido y de ese modo su mente estaba cada vez más llena del antiguo aspecto de ella y de su antigua historia común y lo único que deseaba era que nada interrumpiese aquel ambiente azul, tan propicio a la conversación (por eso le acarició la mano y dijo que era un tonto), para poder hablarle de lo que en ese momento le parecía más importante: su historia común, estaba convencido de que habían vivido juntos algo muy especial, algo que ella desconocía y para lo que él mismo tendrá que esforzarse si quiere encontrar las palabras precisas.
… Ya ni siquiera recuerda cómo la conoció, seguramente apareció alguna vez en compañía de sus amigos de la Facultad, pero del cafetín praguense en el que estuvieron solos por 1ra vez se acuerda perfectamente: estaba sentado frente a ella en un silloncito de terciopelo, angustiado y silencioso, pero al mismo tiempo totalmente embriagado por las tenues señales con las que ponía de manifiesto su simpatía hacia él. Después había estado tratando de imaginar (aunque no se atrevía a creer que lo que imaginaba pudiese convertirse en realidad) qué aspecto tendría si la besase, la desnudase y le hiciera el amor, pero no lo conseguía, Sí, era curioso: 1000veces intentó imaginársela haciendo el amor, pero fue en vano: la cara de ella seguía mirándolo con su sonrisa tranquila y suave y él era incapaz (ni con el mayor esfuerzo de su imaginación) de ver cómo se torcía en el gesto de la exaltación amorosa. Ella escapaba por completo a su capacidad imaginativa.
… Y aquella fue una situación que jamás volvió a repetirse en toda su vida: aquella vez había estado cara a cara con lo inimaginable. Evidentemente estaba pasando por ese breve período (el período paradisíaco) en que la imaginación está aún poco prevista de experiencias, aún no ha caído en la rutina, conoce poco y sabe poco, de modo que aún existe lo inimaginable; y cuando lo inimaginable debe convertirse en realidad (sin la mediación de lo imaginable, sin el puente de las imágenes), el hombre se ve sorprendido y cae presa del vértigo. Cayó en efecto presa de ese vértigo cuando, al cabo de varios encuentros, durante los cuales no se atrevió a hacer nada, ella empezó a preguntarle, con elocuente curiosidad, por su habitación en la residencia de estudiantes hasta que prácticamente le obligó a invitarla.
… La habitación de la residencia, en la que vivía con un compañero que, a cambio de un vaso de ron, le prometió no volver hasta la 1/2noche, se parecía poco a su apartamento actual: 2cams de hierro, 2sillas, 1armario, 1lámpara chillona sin pantalla, 1terrible desorden. Ordenó la habitación, y a las 7 (formaba parte de su delicadeza llegar puntualmente) ella llamó a la puerta. Era el mes de septiembre y apenas comenzaba lentamente a oscurecer. Se sentaron en el borde de la cama de hierro y empezaron a besarse. Se iba haciendo cada vez más oscuro y él no quería encender la luz porque estaba contento de no ser visto y tenía la esperanza de que la oscuridad ocultase su nerviosismo cuando tuviese que desnudarse delante de ella. (Se las apañaba más o menos para desabrocharle las blusas a las mujeres, pero se desnudaba delante de ellas con avergonzado apresuramiento.) Pero esta vez tardó mucho tiempo en atreverse a desabrocharle el 1er botón (pensaba que debía existir algún sistema acertado y elegante para empezar a desnudar a alguien que sólo conocerían los hombres experimentados y tenía miedo de que se notase su inexperiencia), de modo que al final ella misma se levantó y le preguntó con una sonrisa:
--No sería mejor que me quitase esta armadura?...—y empezó a desnudarse; pero estaba oscuro y él no veía más que las sombras de los movimientos de ambos.
… Se desnudó también, apresuradamente, y no obtuvo cierta seguridad en sí mismo hasta que (gracias a la paciencia de ella) empezaron a hacer el amor. La miraba a la cara, pero en la penumbra se le escapaba por completo su expresión y ni siquiera distinguía sus rasgos. Lamentaba que estuviese oscuro, pero le parecía imposible en aquel momento levantarse de encima de ella para ir hasta la puerta y encender la luz, así que seguía forzando su vista: pero no la reconocía; le parecía que estaba haciendo el amor con otra persona distinta, con alguien que fingía ser ella o con alguien que carecía de concreción y de individualidad.
… Después ella se sentó encima de él (tampoco lograba ver más que su sombra erguida) y moviendo las caderas dijo algo con voz amortiguada, en un susurro, sin que se supiese si se lo decía a él o a sí misma. No reconoció las palabras y le preguntó que había dicho. Volvió a susurrar algo y ni siquiera después, cuando volvió a abrazarña contra su cuerpo, pudo entender lo que decía.

8
...Oía a su anfitrión y estaba cada vez mas interesada por unos detalles que había olvidado hacía mucho tiempo: por ejemplo, que entonces solía llevar un traje de verano color azul pálido con el que, al parecer, tenía un aspecto angelical e intangible (sí, se acoraba de aquel traje), que solía llevar en el pelo una peineta grande de hueso que, al parecer, le daba un distinguido aire anticuado, que en la cafetería siempre pedía té con ron (su único vicio alcohólico), y todo aquello la transportaba agradablemente lejos del cementerio, de la tumba desaparecida, de los pies cansados, del centro cultural y hasta de los reproches de los ojos del hijo. Mira, se dijo de pronto, como quiera que sea yo ahora, si una parte de mi juventud sigue viviendo en este hombre, no he vivido en vano; y de inmediato se percató de que ella era una nueva confirmación de sus opiniones: el valor de una persona reside en aquello que va más allá de ella, en lo que está fuera de ella en lo que hay de ella en los demás y para los demás.
… Oía lo que le decía y no protestaba cuando a veces le acariciaba la mano; aquellas caricias se confundían con la atmósfera acariciante de la conversación y poseían una indefinición que la desarmaba (a quien iban dirigidas? a aquella de la cual se hablaba o a aquella a la cual se hablaba?); además, aquel que la acariciaba le gustaba; incluso pensó que le gustaba más que aquel jovencito de hace 15años, cuya adolescencia, si mal no recuerda, resultaba un tanto complicada.
… Cuando él llegó en su relato al punto en que la sombra de ella se movía erguida encima de él mientras trataba en vano de entender sus susurros, se calló por un momento y ella (ilusa, como si él conociese aquellas palabras y quisiera recordárselas al cabo de los años como un secreto olvidado) le preguntó en voz baja:
--Y qué fue lo que dije?

9
--No lo sé –respondió.
… No lo sabía; aquella vez no sólo había escapado a sus imágenes, sino también a sus sensaciones; escapó a su vista y a su oído. Cuando encendió la luz en la pequeña habitación de la residencia, ya estaba vestida, todo en ella había vuelto a ser suave deslumbrante, perfecto, y él buscaba inútilmente la relación entre su cara iluminada y la cara que hacía un momento había intuido en la oscuridad. Aún no había acabado de despedirse aquel día y ya la recordaba; trataba de imaginar el aspecto que tenía un rato antes su cara (que no había visto) y su cuerpo (que no había visto) mientras hacían el amor. Pero no lo conseguía; seguía escapando a su capacidad de imaginación.
… Se hizo el propósito de hacerle el amor, la próxima vez, con la luz encendida. Pero ya no hubo próxima vez. A partir de entonces, con habilidad y tacto, ella procuró evitarlo y él cayó en la inseguridad y la desesperanza: es cierto que habían hecho el amor muy bien, suponía, pero también sabía que [antes] había estado imposible, y le daba vergüenza: interpretó su comportamiento esquivo de ahora como una condena y ya no se atrevió a hacer esfuerzo alguno por conquistarla.
--Me dirá por qué me esquivaba?
--Por favor –dijo con su voz más tierna--, hace ya tanto tiempo, qué sé yo… --y como él seguía insistiendo, dijo--: No debería volver constantemente al pasado. Ya es suficiente con que tengamos que dedicarle tanto tiempo en contra de nuestra voluntad.
… Lo había dicho sólo para evitar que él siguiera insistiendo (y es posible que la última frase, pronunciada con un leve suspiro, se relacionase con la visita matutina al cementerio), pero él interpretó su afirmación de otra manera: como si pretendiera, brusca e intencionadamente, dejar claro (algo tan evidente) que no hay dos mujeres (la de entonces y la actual), sino una sola, siempre la misma y que aquella mujer, que hacía 15años se le escapó, está ahora aquí, está al alcance de la mano.
--Tiene razón, el presente es más importante—dijo él en un tono significativo y miró muy fijamente a su cara, que sonreía con la boca entreabierta, en la que resplandecía una hilera de dientes; en ese momento pasó por su cabeza un recuerdo: aquella vez, en la pequeña habitación de la residencia, ella cogió sus dedos y se los llevó a la boca, los mordió con tanta fuerza que le dolió, pero mientras tanto él palpó todo su interior de su boca; hasta ahora recuerda que, a un lado, arriba, en la parte de atrás, le faltaban todos los dientes (aquello no le produjo entonces rechazo alguno, por lo contrario, aquel pequeño defecto formaba parte de su edad, que lo atraía y lo excitaba). Pero ahora, mirando hacia la rendija que se abría entre los dientes y la comisura de la boca, vio que los dientes eran llamativamente blancos y que no faltaba ninguno, y aquello lo dejó helado: volvían a despegarse las 2imágenes, pero él no quería permitirlo, quería volver a unirlas por la fuerza, violentamente, en una sola, y por eso dijo--: De verdad no quiere un coñac?—y cuando ella, con una sonrisa encantadora y las cejas levemente levantadas movió en señal de negación la cabeza, pasó al otro lado de la cortina, sacó la botella de coñac, se la llevó a los labios y bebió de ella con prisa.
… Después pensó que ella podía descubrir por su aliento lo que había hecho y por eso cogió 2copas y la botella y las llevó a la habitación. Ella volvió a hacer un gesto de negación con la cabeza.
--Al menos simbólicamente –dijo y sirvió 2copas. Después chocó su copa con la de ella--: Que ya no vuelva a hablar de usté más que en presente!
… Ella bebió su copa, ella mojó los labio, él se sentó junto a ella en el borde del sillón y la cogió de las manos.

10
… Ella no imaginaba, cuando fue a su apartamento, que pudiera producirse una caricia como ésta, y al principio se asustó; era como si aquella caricia llegase antes de que hubiera tenido ocasión de prepararse (hacía ya un tiempo que había perdido ese [estar permanentemente preparada] que practican las mujeres maduras); (quizá podríamos encontrar en este susto algo en común con el susto que se lleva una chica jovencita cuando la besan por 1ra vez, porque, si la chica aún no está preparada y ella ya no lo estaba, estos “aún y “ya” tienen un misterioso parentesco, como el que suelen tener las rarezas de la vejez y la infancia). Luego la trasladó del sillón al sofá, la abrazó, la acarició por todo el cuerpo y ella se sintió en sus brazos blanda e informe (sí, blanda: porque de su cuerpo hacía tiempo que había desaparecido la soberana sensualidad, que otorga inmediatamente a los músculos el ritmo de la tensión y la distensión, así como la actividad de cientos de suaves movimientos).
… Pero el instante de susto pronto se diluyó en sus caricias y, lejos como estaba de la hermosa mujer madura que había sido, regresaba hacia ella con inmensa velocidad, hacia su percepción de sí misma, hacia su conciencia, y encontraba la antigua seguridad de una mujer que sabe de erotismo, y como era una seguridad que no había saboreado desde hacía tiempo, la sentía ahora con mayor intensidad que nunca; su cuerpo, hace un rato aún sorprendido, asustado, pasivo, blando, revivía, le respondía al anfitrión con sus propias caricias y ella sentía la precisión y la sabiduría de aquellas caricias y eso la deleitaba; aquellas caricias, la manera de apoyar la cara en su cuerpo, los suaves movimientos con los que su pecho respondía a los abrazos de él, todo aquello no lo encontraba como si fuera simplemente algo aprendido, algo que sabe y ahora con fría satisfacción ejecuta, sino como algo esencial, con lo que se fundía con alegría y entusiasmo, como si fuera su tierra firme natal (ay, la tierra firme de la belleza!), de la que había sido expulsada y a la que ahora regresaba triunfalmente.
… Su hijo estaba ahora infinitamente lejos; cuando el anfitrión la abrazó, lo había visto, es verdad, llamándole la atención desde un rincón de su mente, pero luego desapareció rápidamente y no quedaron en todos aquellos alrededores más que ella y el hombre que la acariciaba. Pero cuando él colocó su boca sobre la de ella y trató de abrirle los labios con la lengua, todo se volvió repentinamente del revés: volvió en sí. Apretó con fuerza los dientes (sentía aquella materia extraña y amarga que se apretaba contra su paladar y le daba la sensación de que le llenaba toda la boca) y no se entregó; después le apartó suavemente y dijo:
--No. De verdad, por favor, mejor no.
… Como seguía insistiendo, lo cogió por las muñecas y le reiteró su rechazo; después le dijo (le costaba trabajo hablar, pero sabía que tenía que hablar si quería que le hiciese caso) que era tarde para hacer el amor; le recordó su edad; si hacen el amor, le parecerá fea y eso sería desesperante para ella, porque lo que le ha dicho sobre ellos dos ha sido para ella enormemente hermoso e importante; su cuerpo es mortal y se estropea, pero ahora ella sabe que ha quedado de ese cuerpo algo inmaterial, algo parecido a un rayo de luz que sigue alumbrando aun cuando la estrella ya está apagada; qué importa que envejezca si dentro de alguien se conserva intacta su juventud.
--Me ha levantado un monumento dentro de usted mismo. No podemos permitir que se destruya. Entiéndame –se resistía--: No puede. No, no puede.

11
… El le aseguró que seguía siendo hermosa, que en realidad nada había cambiado, que las personas siguen siendo las mismas, pero sabía que la engañaba y que era ella la que tenía razón: conocía perfectamente su hipersensibilidad hacia lo físico, el creciente rechazo que le producían los defectos externos del cuerpo femenino, que en los últimos años lo había llevado a buscar a mujeres cada vez más jóvenes y, por tanto, como advertía amargamente, cada vez más vacías y tontas; sí, no cabe duda: si la fuerza a hacer el amor, aquello terminará en repugnancia y esa repugnancia salpicará de barro no sólo el momento presente, sino también la imagen de la mujer a la que amó hace mucho tiempo, una imagen que conserva en su memoria como una joya.
… Sabía todo eso, pero todo eso no eran más que pensamientos y los pensamientos nada pueden contra el deseo, que sólo había una cosa: la mujer cuya inaccesibilidad e inimaginabilidad le habían hecho sufrir durante 15años, esa mujer está aquí, por fin puede verla a plena luz, por fin puede leer en su cuerpo actual su cuerpo de entonces, en su rostro de entonces. Por fin puede leer su (inimaginable) gesticulación amorosa y su espasmo amoroso.
… La cogió por los hombros y la miró a los ojos:
--No se me resista. No tiene sentido que se resista.

12
… Pero ella movía la cabeza en señal de negativa porque sabía que sí tenía sentido que se resistiera, porque conoce a los hombres, su actitud con respecto al cuerpo femenino, porque sabe que ni el más encendido idealismo puede en el amor quitarle a la superficie del cuerpo su terrible validez; seguía teniendo, eso sí, una figura bastante aceptable que había conservado sus proporciones originales y, cuando se vestía, tenía un aspecto bastante juvenil, pero sabía que, en cuanto se desnude quedarán a la vista las arrugas de su cuello y se descubrirá la larga cicatriz que le ha dejado la operación de estómago que sufrió hace 10años.
… Y a medida que volvía a tomar conciencia de su aspecto físico actual, del que se había alejado poco antes, ascendían desde la llanura de la calle hasta la ventana de esta habitación (hasta ahora le había parecido suficientemente elevada, por encima de su vida) las angustias de la mañana de hoy, llenaban la habitación, se posaban en los cristales de los cuadros, en el sillón, la mesa, la taza de café que había bebido, y aquella procesión estaba comandada por la cara del hijo; al verla se puso colorada y huyó hacia algún sitio en las profundidades de ella misma: qué ingenua, estuvo a punto de pretender salirse de la senda que él le había trazado y que hasta había recorrido sonriendo y pronunciando discursos entusiásticos, estuvo a punto de pretender huir (al menos por un momento), pero ahora tiene que regresar obediente y reconocer que es la única senda que le corresponde. La cara del hijo era tan sarcástica que sentía, avergonzada, que ante él se volvía cada vez menor, hasta convertirse, humillada, en una simple cicatriz en su propio estómago.
… El anfitrión la tenía cogida por los hombros y le repetía una vez más:
--No tiene sentido que se resista—y ella volvía la cabeza hacia uno y otro lado, pero lo hacía de una manera completamente mecánica, porque ante sus ojos no estaba el anfitrión, estaban sus propios rasgos juveniles en la cara del hijo-enemigo al que odiaba tanto más cuanto más pequeña y humillada se sentía. Le oyó echándole en cara la tumba desaparecida y en ese momento saltó ilógicamente del caos de la memoria una frase que ella le arrojó con rabia a la cara:
--¡Los viejos muertos deben dejar sitio a los muertos jóvenes, muchacho!

13
… No le cabía ni la menor duda de que aquello terminaría realmente en repugnancia, ahora mismo, al mirarla (con una mirada indagadora y penetrante), ya se producía cierta repugnancia, pero lo curioso era que aquello no le molestaba, por el contrario, le excitaba y le motivaba, como si desease aquella repugnancia: el deseo de coito se iba aproximando dentro de él al deseo de repugnancia; el deseo de leer en su cuerpo lo que durante tanto tiempo no le había sido permitido conocer se mezclaba con el deseo de degradar de inmediato lo que leyese.
… De dónde provenía aquello? Tuviese o no conciencia de ello, el hecho es que se le presentaba una oportunidad única: su visitante representaba para él todo lo que no había obtenido, lo que se le había escapado, lo que se le había pasado, todo lo que con su ausencia hacía insoportable su edad actual con los cabellos que le raleaban y aquel balance tristemente pobre; y él, teniendo conciencia de ello o sólo intuyéndolo vagamente, podía ahora restar importancia y colorido a aquellas satisfacciones de las que se había privado (porque era precisamente ese terrible colorido lo que hacía tan tristemente descolorida su vida), podía descubrir que eran insignificantes, que no eran más que apariencias y desaparición, que no eran más que polvo disfrazado, podía vengarse de ellas, humillarlas, destruirlas.
--No se resista—repitió tratando de atraerla hacia sí.

14
… Seguía viendo ante sus ojos la sarcástica cara del hijo y ahora, cuando el anfitrión la atrajo con fuerza hacia sí, dijo:
--Por favor, déjeme un momento—y se soltó; no quería interrumpir lo que se le pasaba por la cabeza: los muertos viejos deben dejar sitio a los muertos jóvenes y los monumentos, al que este hombre le había rendido culto en su mente durante 15años, tampoco servía para nada, el monumento a su marido tampoco servía para nada, sí, muchacho, ningún monumento sirve para nada, le decía para sus adentros al hijo y veía con vengativa satisfacción cómo su cara se contraía y gritaba: “¡Nunca has hablado de ese modo madre!”.
… Claro, sabía que nunca había hablado de ese modo, pero ese momento estaba lleno de una luz bajo la cual todo se volvía completamente distinto:
… No hay razón para dar prioridad a los monumentos ante la vida; su propio monumento sólo tiene en este momento una significación: puede utilizarlo en provecho de su despreciado cuerpo; el hombre que se está sentando a su lado le gusta, es joven y probablemente (con casi total seguridad) es el último hombre que le gusta y que puede tener; y eso es lo único importante; si luego ella le repugna y él derriba su monumento, da lo mismo, porque el monumento está fuera de ella, igual que la mente de él y su memoria están fuera de ella, y todo lo que está fuera de ella de lo mismo. “¡Nunca has hablado de ese modo madre!”, oyó el grito del hijo, pero no le prestó atención. Sonrió.
--Tiene razón, para qué me iba a resistir?—dijo en voz baja y se levantó.
… Después empezó a quitarse lentamente el vestido. Aún faltaba mucho para que se hiciera de noche. Esta vez la habitación estaba completamente iluminada.

jueves, 5 de junio de 2008

que sople un viento loco en la vida de uno. eso quisiera. que sople un viento loco


A Ganapán le cuesta hablar. Hablar duele. Si tuviera la armónica. Si la armónica no estuviera rota. Si él la tuviera, ahora, en el bolsillo de atrás, se la llevaría a los labios y soplaría mucha música y la música ondularía por el aire y le aliviaría el dolor, el dolor ya no estaría adentro tironeando, porque la música arranca la pena y se la lleva lejos.
(...)
Escuchar duele. Y uno cierra los ojos y aprieta bien los párpados y uno quisiera hacer de cuenta que sin armónica, la música nace lo mismo. Uno quisiera sentir que la música se escurre, viborea, es un hilo de agua, una cosa de nada que va creciendo dentro de uno y va mojando el alma seca, capaz de convertir el dolor en viento y melodía.
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ayer, cuatro de junio, lo terminé! arranqué este viaje el domingo por la noche, ratito despues de haber terminado la maravillosa trilogía...
y ayer costó... pero no costó porque el libro haya sido pesado (a veces me pasa) costó porque no me gustan los finales, no me gustan las despedidas... porque desearía que las últimas páginas fueran instantes eternos... me gusta y no me gusta.. pero pucha! como lo disfruté!
y me encantó el lado novelezco de eduardo... como enganchó las historias de Ganapán y Mariano, la historia de un linyera y de un torturado por la máquina... la cancion de nosotros fue escrita entre los años 73 y 74 en buenos aires, duerante el exilio de galeano... pensar que sus palabras en mucha gente se hizo carne pocos años despues...
galeano tiene esas maneras de contarte las historias, le pone una pizquita de color a tanto negro y gris de dolor... ayyyy no quiero palabrear lo sagrado... solo sé, que a este hombre cada dia lo quiero mas... y a vos tambien, amigo mio... me pusiste este librito en los ojos, pero no me pusiste el remitente... y eso me lo vas a pagar!
3inolvidables dias de lectura
y hasta que me darian ganas de que hagan la pelicula... se re puede hacer pelicula, y lo llamaría al director de amoresperros... porq perfectamente puede ser de ese estilo... porque en un momento las historias se encuentran...
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uno mas!
felicidá!

domingo, 1 de junio de 2008

y agarrándonos del viento con las uñas


1986
Montevideo


Una carta


Para Arnaldo Orfila Reynal
Siglo XXI Editores
Mi querido Arnaldo:

...Aquí va el útimo volumen de "Memorias del fuego". Como verás, acaba en 1984. Por qué no antes, o después, no sé. Quizás porque ése fue el último año de mi exilio, el fin de un ciclo, el fin de un siglo; o quizás porque el libro lo quiso así. De todos modos, el libro y yo sabemos que la última página es también la primera.
...Disculpa si me salío demasiado largo. Escribirlo fue una alegría de la mano; y ahora yo me siento mas que nunca orgulloso de haber nacido en América, en esta mierda, en esta maravilla, durante el siglo del viento.
...Más no te digo, porque no quiero palabrear lo sagrado.
...Te abrazo,
.........Eduardo






no quiero palabrear lo sagrado...
no puedo
como para eduardo fue alegría de su mano que escribe
fue alegría también la de mis ojos que lo leen... (y lo seguiran leyendo)
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te abrazo

jueves, 22 de mayo de 2008


Cuando se habla de La invención de Morel, la más importante narrativa del escritor argentino Adolfo Bioy Casares (1914-1999), el énfasis recae, siempre, en la intriga admirable que electriza al lector en las 136 páginas. De hecho, en un siglo literario dominado por la fragmentación, por la introspección y por el experimentalismo, como lo fue el siglo XX, la literatura de Bioy Casares parece disonante y, asimismo, sorprendente. Pero no será, de hecho, la calidad de la trama lo que distingue al libro? No será el énfasis en el enredo una estrategia para desmerecer y disminuir la literatura de Casares? El que fue no solamente su mejor amigo, sino también el más grande compañero intelectual y literario de Jorge Luis Borges, acostumbra ser tratado, con benevolencia odiosa, como un sub-Borges. Un escritor ayudante. Un recurso barato que se tornó importante. La pobreza de esa visión incluye a La invención de Morel, y toda la literatura de Bioy Casares, incluidos libros como El diario de la guerra del cerdo, La trama celeste, y, entre los que escribió a cuatro manos con Borges, las célebres Crónicas de Bustos Domecq. Ello afecta, y determina, también una manera de leer a Bioy Casares y, en particular, de leer a La invención de Morel. Lectura en la que se valoriza su vocación para las tramas impecables, y en la que se desprecia, y asimismo se anula, los aspectos más vitales de sus libros. En un largo diálogo con el periodista argentino Sergio López ("Palabra de Bioy", EmecéEditores), Bioy Casares recuerda cómo le vino la idea del libro. Pasaba una temporada en el campo cuando, un día, por pura distracción, se imaginó la posibilidad de la invención de una extraña máquina, capaz de reconstruir integralmente un ser humano. Una máquina, cómo él dice, "que pudiese extender para todos los sentidos lo que el fonógrafo consiguió para los oídos, y el espejo para los ojos". Luego, cayó en la cuenta de que esta máquina, que no podía ser inventada, podía ser creada en una novela, ya que la literatura no conoce de límites o imposibilidades. Luego de ser justamente célebre la máquina, una vez el libro hecho, le pareció la parte más defectuosa de la historia. Un "recurso barato". Con todo, ese recurso y sus repercusiones en la trama es el que los críticos, en general, aportan como el elemento clave del libro. Sin perder el sentido del humor y la visión informal que tenía de la literatura, Casares observa en la misma conversación que, de todos modos, se sentía un afortunado por ser inventor de la historia de un fugitivo de la Justicia que llega en bote a una isla desierta, duerme por un tiempo y, a la mañana siguiente, es despertado por la música de "Tea for two". La invención de Morel es, en parte, el resultado del gran interés de Casares por las cosas del pensamiento; que para él se aproximaban menos a la seriedad que al placer. Desde luego, su atención se volcó no solamente en la literatura, sino también en la filosofía. Hijo de una familia burguesa, llevó una vida confortable, leyó mucho y viajó mucho. Por ello, el conocimiento era un tipo más noble, más delicioso, de ocio; de ahí su interés, además, por la literatura policial, que practicó, a cuatro manos, con su mujer Silvina Ocampo. La trama de La invención de Morel está entre las más hábiles producidas por la literatura hispanoamericana en el siglo XX y relata la historia de un hombre cuya vida está en peligro. Un fugitivo venezolano que consigue escapar de la Justicia escondiéndose en el archipiélago de Ellice, en el Pacífico. Las islas están desiertas, pues fueron devastadas por una misteriosa epidemia. A pesar de ello, un grupo de turistas pasea tranquilamente por las playas. El héroe de Casares se enamora de una de las mujeres del grupo, amor que le lleva a desvelar el secreto de aquellos habitantes. Dobles, espectros, reviven escenas pasadas años antes en la misma isla de Ellice que fuera visitada por un cierto Morel,inventor de un artefacto capaz de gravar en discos una imagen completa de la realidad. Morel y sus amigos morirán por causa de las radiaciones emitidas por el aparato. Y sus dobles, o espectros, continuarán rondando por la isla y reviviendo hechos pasados, repitiéndolos infinitamente. La inmortalidad es vista, en este caso, como una prisión. La trama es, sin dudas, engañosa. Pero, como nos dice Otto María Carpeaux en el texto crítico que sirve de epílogo, se señala al libro como una sátira, "el objeto de una sátira es la condición humana". Carpeaux destaca un aspecto que acostumbra ser despreciado por los lectores modernos de la obra: la manera en que Casares usa historias habilidosas para hurgar, en las entrelíneas, los más graves dilemas humanos. En este punto fue discípulo aplicado del inglés H. G. Wells (1866-1946). El nombre de su misterioso inventor, Morel, juega con el nombre de Moreau, el protagonista de La isla del doctor Moreau, que Wells publicó en 1896. Como Morel, el legendario Moreau, un médico refugiado en una isla tropical, se pone a criar seres monstruosos. "Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas", dice el fugitivo de Casares. "Estar apasionado por una de aquellas imágenes era peor que estar apasionado por un fantasma".(sinopsis robada de internet)
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libros locos si los hay...
y este de bioy casares da fe de ello
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vale la pena leerlo
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ayer Rocambole me firmó este libro
cuando vió el título me miró con cara de: nena, vos estas loca!
y me gustó!
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memoriasdelfuego/el siglo del viento... está muy próximo a mis ojos!
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besos y mas besos
1mas!

jueves, 15 de mayo de 2008

Las Caras y las Máscaras


otra vez el 172
otra vez el besito final
terminé memoriasdelfuego parte 2
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no quería dejar pasar este dia de perfectosdesconocidos, sin algún rastro de este maravilloso libro.
se viene posteo pertinente
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se viene la tercera nomas!
hasta pronto!

sábado, 3 de mayo de 2008

me he perdido en un sueño buscando algo que no existe


Bolívar jamás tuvo un caballo: tiene un pueblo.
Uno tenía y era color de trigo y se lo regaló a José Martí.
Cuando murió Martí se lo regaló a un argentino y el argentino a un chileno y el chileno a un jinete que venía de Nicaragua, y el jinete de Nicaragua no lo desensilló:
...................................Bolívar cabalga todavía.

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"El General en su laberinto"
Simón Bolivar emprende su último viaje, en diciembre de 1830, siguiendo el curso del río Magdalena. El Libertador camina hacia su muerte y la marcha le proporciona tiempo para reflexionar sobre el fracaso de su sueño: las conjuras y rencillas han imposibilitado la unidad de los pueblos latinoamericanos. Los espectros del pasado vienen a hacerle compañía, en un viaje que inevitablemente todo hombre ha de hacer solo. El universo mágico-poético de Gabito no abandona esta novela que busca, con absoluto rigor histórico, evocar uno de los pasajes menos documentados de la vida de América Latina.
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(Eduardo Galeano en sus Memorias del Fuego nos escribe un diario de los días de nuestra tierra, de nuestra América Latina… El 1er tomo “los nacimientos” va desde la maldita conquista hasta fin del año 1600. el 2do tomo “las caras y las máscaras” desde el 1700 hasta el 1899 y este es el libro que ahora estoy leyendo. Después de haber terminado de leer "el general en su laberinto" el 22abr08, estoy ansiosa por llegar al siglo XIX… Ahora estoy en el XVIII, en la época de Tupac Amarú II, un Tupac Amarú II que tuvo el mismo destino que el 1ro. Pero ese es otro tema…
Hice trampa y adelanté algunos años buscando a simón en las palabras de eduardo… aquí dos momentos en el tiempo de Bolivar…)

1812
Caracas

Bolivar


… Un terremoto arrasa Caracas, La Guaira, San Felipe, Barquisimeto y Mérida. Son las ciudades venezolanas que han proclamado la independencia. En Caracas, centro de la insurrección criolla, diez mil muertos yacen bajo los escombros. No se escuchan más que letanías y maldiciones mientras la multitud busca cuerpos entre las piedras.
… Será Dios español? El terremoto se ha tragado el patíbulo alzado por los patriotas y no ha dejado en pie ninguna de las iglesias que habían cantado el Tedeum en honor a la naciente república. En la arrasada iglesia de las Mercedes, se alza intacta la columna que luce el blasón imperial de España. Coro, Maracaibo, Valencia y Angostura, ciudades leales al rey, no han sufrido ni un rasguño.
… En Caracas, arde el aire. Desde las ruinas se levanta un polvo espeso, que para la mirada. Un monje arenga al gentío. Proclama el monje que Dios ya no aguanta que le tomen el pelo.

…-Venganza!

… La multitud se apiña a su alrededor, en lo que era un convento de San Jacinto. Encaramado sobre los restos del altar, el monje exige el castigo de los culpables de la ira de Dios.

…-Venganza!- ruge el azote de Cristo, y su dedo acusador señala a un oficial patriota que, cruzado de brazos, contempla la escena. La multitud se vuelve contra el oficial, corto, huesudo, de brillante uniforme, y avanza para aplastarlo.
… Simón bolivar no suplica ni retrocede: embiste. Sable en mano atraviesa la furia, trepa al altar y voltea al apocalíptico fraile de un planazo.
… El pueblo, mudo, se dispersa.

1830
Río Magdalena

Baja la barca hacia la mar


Tierra verde, tierra negra. Allá lejos la niebla desvanece las montañas. El Magdalena se lleva a Simón Bolívar río abajo.

—No.

En las calles de Lima, están quemando su Constitución los mismos que le habían regalado una espada de diamantes. Quienes lo llamaban "Padre de la Patria" están quemando su efigie en las calles de Bogotá. En Caracas lo declaran, oficialmente, "enemigo de Venezuela". Allá en París arrecian los artículos que lo infaman; y los amigos que saben elogiarlo no saben defenderlo.

—No puedo.

¿Era esto la historia de los hombres? ¿Este laberinto, este vano juego de sombras? El pueblo venezolano maldice las guerras que le han arrebatado a la mitad de sus hijos en remotas comarcas, y nada le han dado. Venezuela de desgaja de la Gran Colombia y Ecuador también se aparta, mientras Bolívar yace bajo un sucio toldo en la barca que baja por el río Magdalena hacia la mar.

—No puedo más.

Los negros siguen siendo esclavos en Venezuela, a pesar de las leyes. En Colombia y en Perú, las leyes dictadas para civilizar a los indios se aplican para despojarlos. El tributo, impuesto colonial que los indios pagan por ser indios, ha vuelto a imponerse en Bolivia.

¿Era esto, era esto la historia? Toda grandeza se hace enana. En la nuca de cada promesa, asoma la traición. Los próceres se convierten en voraces terratenientes. Los hijos de América se destrozan entre sí. Sucre (su amigo), el preferido, el heredero, que se había salvado del veneno y del puñal, cae en los bosques, camino de Quito, volteado por una bala.

—No puedo más. Vámonos.

En el río se deslizan caimanes y maderos. Bolívar, piel amarilla, ojos sin luz, tiritando, delirando, baja por el Magdalena hacia la mar, hacia la muerte.
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(Gabito describe de esta manera los últimos momentos de Bolivar:)

.- “Examinó el aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez vio la verdad: la última cama prestada, el tocador de lástima cuyo turbio espejo de paciencia no lo volverá a repetir, el aguamanil de porcelana descarchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la cita ineluctable del 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde final. Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír las voces radiantes de los esclavos cantando la salve de las seis en los trapiches, y vio por la ventana el diamante de Venus en el cielo que se iba para siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas campánulas amarillas no vería florecer el sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de la vida que nunca más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse”.


-“Carajos”, suspiró. “Cómo voy a salir de este laberinto!"

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• Bolívar recorrió 123 mil kilómetros, más que lo que hicieron Colón y Vasco de Gama juntos.
• Fue Presidente de la República de cinco países (seis, actualmente).
• Llevó la antorcha de la Libertad a la distancia de 65.000 kilómetros, vuelta y media a la Tierra. Diez veces más que Aníbal y el triple que Alejandro Magno...
• Él que soñó como una sola nación grande y poderosa observa como su sueño de desmorona ante sus ojos y ya al final de su vida declara con amargura: "...Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado. Yo no pido por recompensa más que el reposo y la conservación de mi honor; por desgracia es lo que no consigo".
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Una vida de gloria, de aclamación, de desengaños, de conflictos, de tristeza, de un laberinto interminable; de traiciones, de enemigos, de muy pocos amigos; de una muerte que llegó muy rápido, que acabó con la vida de un hombre, de un general, de uno de los generales más grandes de todos los tiempos. Esa fue la vida del libertador Simón Bolívar.



a pesar de todo, seguiré perdiéndome en sueños ...
como simón...
todos estamos dentro de algún laberinto

sábado, 29 de marzo de 2008

TequieroSilvio



Te doy una canción y digo patria
Y sigo hablando paaaaara ti
te doy una cancion como un disparo,
como un libro,
una palabra,
una guerrilla
como doy el amor


y casi q se le escapa el corazón por la garganta en esta última parte
Te DoY uNa CaNCióN Y DiGo PaTRia
asi lo escucho
y asi la canto yo
a silvio lo canto con el corazón



y aquí otro corazón que se hace escuchar.
Y aunque sea una versión desprolija y medio desafinada para mi es hermosa.
Me reconozco en peter8656… la canta con la misma emoción con que lo hago yo.
Hasta puedo llegar a decir, que su voz es muy parecida a la de Silvio
Me pierdo con el piano de “esta canción”
Deditos mios! Algun dia aprenderan a tocarlo???
Asignatura pendiente…
Deseo algún dia tocar esta melodía…
El piano ya lo tengo, al pianista lo perdí hace algunos meses pero a la ilusión no…
nunca es tarde para empezar, siempre es temprano para terminar…
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cositas lindas suenan en mis oidos
asi soy yo
tonta
y
boba

viernes, 28 de marzo de 2008

La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme

Sabía que hoy era el día…
Un libro más en mi haber, un libro más acabado arriba del 172
“El héroe sin nombre” de Rodolfo Rabanal
Y la verdad es que no tengo ganas de escribir… pero me veo obligada a dejar rastro en este día, día en el que llegué a la última página de este librito.
El lunes arranco una nueva lectura, pasearé por mi biblioteca y me dejaré capturar por alguno libraco que me este esperando.

Sinopsis:

Invierno de 1978, Argentina.
El mundial de fútbol se adueña de la vida cotidiana.
La junta militar (puta) recibe a la vigilante Comisión Internacional de Derechos Humanos mientras los secuestros, las delaciones, la tortura y los campos de detención se multiplican a plena luz del día.

Pablo ve con estupor como empujan dentro de un auto a una pareja en pleno Barrio Norte un mediodía cualquiera. Él está bien informado de lo que pasa, sin embargo, prefiere no involucrarse. Decide instalarse unos meses en Mar del Plata para escribir un ensayo sobre el Dante y la Divina Comedia. En el balneario deshabitado, la vida transcurre con cierta normalidad, aunque la represión sigue operando soterradamente. De pronto, se encuentra ante una situación que lo interpela. El dilema de la responsabilidad del “otro”, que cobra verdadero significado cuando se le ve el rostro. Entonces el héroe sin nombre va a poner su vida en peligro y la historia va a adquirir un ritmo vertiginoso hasta el final.
.
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(espero q mis ganas de escribir vuelvan)

martes, 11 de marzo de 2008

Esa Buenos Aires que una vez fue realidad y ahora es leyenda ...

Hoy termine de leer “Errante en la sombra”
Y casi, q di vuelta a la ultima página del libro en el colectivo.
Pero esta vez me encontré caminando por mi barrio, por Chivilcoy al 400,
Leyendo y caminando… asi iba…
Leyendo un final q no me esperaba
Errante en la sombra, triste como un tango… como el Tango.
Y me acordé de amorESperros.
En un punto del tiempo se encuentran 3historias.
Juan Molina
Ivonne
Carlos Gardel
3historias que después se unirán por un lazo de amor y de códigos.
*
Qué fue de aquel viejo sueño de ver en la marquesina fulgurando en el neón el nombre de Juan Molina.
Juan Molina amó tanto el tango que puede decirse que fue creado por él. Por devoción a su música, por lealtad al destino fatal que ésta le imponía y por fidelidad a Carlos Gardel, eligió vivir a su sombra y callar la pasión que lo consumía. Hombre creado por un mito, Molina sólo pudo alcanzar la fama a través de su propia perdición.
Una historia semejante, más que contada, merece ser cantada. Por eso, Errante en la sombra es una novela musical, un relato que se despliega como un espectáculo frente al cual el lector es a la vez espectador de una trama que transcurre en esa Buenos Aires que una vez fue realidad y ahora es leyenda. Con la naturalidad y el artificio propios de los protagonistas de los mejores musicales, los personajes de esta novela se expresan cantando y bailando.
*
Fragmento de errante...

Dice Ivonne:
…-Si estuviera en condiciones de seleccionar, jamás me hubieras tocado un pelo. Puedo acostarme con quien sea, puedo meterle la mano en la bragueta al que me pidas. Pero no voy a bailar con cualquiera, por más fortuna que tenga.
André Seguin la mira asombrado. Es inútil que Ivonne le explique lo inexplicable, que aquellos eternos tangos que durante su cautiverio sonaban desde la vitrola fueron lo único que la mantuvo entera. De nada serviría hacerle entender que aquella voz que una y otra vez cantaba “Volver” fue la que la salvó de la desesperación. Estaba dispuesta a entregar su cuerpo a quien fuera, pero a bailar, no. El tango tenía para ella un valor casi religioso.(…)
André Seguin, casi sin dejar de sonreir, le explica que bailar el tango es el prólogo, el aperitivo que endurece la bragueta y ablanda el cuero de la billetera. Es la regla. Evidentemente, André no ha entendido; entonces Ivonne se incorpora, lo mira al gerente desde su estatura, se llena los pulmones de aire y tabaco, y comienza a cantar:

Puedo mi cuerpo entregar,
puedo mis labios vender,
pero señores no pidan
lo que no compran los mangos;
no esperen que baile el tango,
lo llevo bajo la piel,
ahí donde anida el alma.
Podrá el bacán manosear
las guampas de esta mujer
pero no vaya creer
que me va a sacar un corte,
una quebrada o un ocho,
lo juro por el morocho,
el único al que soy fiel.
Podrán mi boca besar
y hasta en mi escote perderse,
pero ni en sueños pensar
que van a poder bailar
ni tan siquiera atreverse.
Podrán calmarme la enagua
o extraviarse en mi pollera,
pero no habrá calavera
que me robe una milonga;
más fácil que saque agua
de una seca salitrera.
Tango que vos me salvaste
en el momento más cruel,
que el idioma me enseñaste
en el sórdido burdel,
te lo juro por mi vida,
te lo juro por Gardel,
que aunque no tenga salida
siempre voy a serte fiel….


Hasta que aparece en la vida de Ivonne Juan Molina..
Juan Molina le canta con los ojos una canción que solo ella puede escuchar.
Ivonne le devuelve una mirada cargada de gratitud y con ese mismo lenguaje que solamente ellos saben hablar, sin mover un solo músculo de la cara, ella le contesta con la misma silente melodía.

…Sin pronunciar palabra, Juan Molina se incorpora, sale de su madriguera de vergüenza, camina resuelto y, cuando está a dos pasos, sin dejar de clavarle una mirada filosa como un puñal, le hace un cabeceo conminatorio. Con el mentón en alto y sin bajar la vista, como una fiera a medio amansar, un poco en contra de su voluntad, la mujer obedece. Por primera vez obedece. Desde el palco de la orquesta bajan los acordes de “La copla del olvido”. Ivonne se pone de pie revelando su figura de espiga, las piernas largas, interminables, que se desnudan por momentos bajo el tajo de la falda. Cuande estan frente a frente, Molina la toma por la cintura y aprieta la mano de ella contra su pecho. Por primera vez Ivonne acepta bailar. Se abrazan como quien aferra a un anhelo. Ninguno de los dos dice una sola palabra. Al principio ella parece ofrecer una resistencia sutil y estudiada. Lo está probando. Entonces Juan Molina la atrae hacia él y la va dominando con la diestra, ordenándole cada quiebre, cada giro. Se miran desafiantes. Se miden. Pero Molina hace su voluntad, obligándola a los caprichos de sus cortes y quebradas.

**
esta es una de las partes que mas me gusto del libro...
bien gráfica y musical...
.
me zarpé escribiendo!
.
un librito mas en mi haber
soy feliz cada vez que sumo!
mis ojos me hacen bien
.
hasta la próxima!

lunes, 3 de marzo de 2008

canzión del zaco azul



Que trabajo me va a costar dejarte marchar
te vas a ir lleno de mí y vas a volver sin conocerme
Que trabajo me va a costar dejar sobre tu pecho
posibles realidades de imposibles minutos
a la tarde en la montaña
un perseo(?) te va a limar las cadenas
y te vas a ir corriendo por los montes hiriéndote los pies

No van a poder seducirte ni mi carne ni mi llanto,
ni los ríos donde dormías siestas de oro
tampoco...
desde oriente a occidente voy a llevar tu luz
gigante,
redonda,
tu luz enorme que sostiene mi alma en tensión aguda
desde oriente a occidente
Que trabajo me va a costar dejarte ir con los pájaros
Que trabajo me va a costar dejarte...

voy a levantar tus brazos y se los voy a regalar al viento
asi!

Me piden que no te llore más
Que no te llame más
Que te deje ir,
que si te llamo venís
Y que vos estás por pasar a dejar de ser
Pero yo sé que no es por vos
Que no te debo llamar

Habrá que olvidar
y bueno...
Y bueno pasará y todo también pasará
Pobre...
tan solo te voy a dejar sin saber nada
Ni el olor de donde estás
Sin siquiira reconocer el olor de donde estás

Mi corazón late...
Sin tu mano enorme en mi cara,
Tu mano gigante en mi cara
gigante,
enorme,
Ya no lloro más debo dejarte ir
Mirá... acá...
tocá acá!
Acá!
tocá!
acá!

Tu mano enorme en mi cara
Gigante tocó mi cara

....

a los recuerdos hay q ir a buscarlos... eso me dijo Tamina ayer.
pero hoy
un recuerdo me vino a buscar...
y me encontró...
o lo encontré yo sin buscar?
que problema tengo ahora!!!

no se...
hoy nos volvimos a cruzar
el saco azul y yo

cancion del saco azul, nadie la va a recordar...

sábado, 1 de marzo de 2008

ElLibroDeLaRisaYElOlvido


El joven le pregunta y ella le responde y, dado que desea hacer confidencias y al mismo tiempo es estrictamente discreta, su conversación resulta al mismo tiempo sincera y confusa. Quiere expresar con la mayor precisión posible la situación de su vida y al mismo tiempo no dar los nombres de las circunstancias y las personas.
El joven la mira a los ojos, le escucha y luego le dice que lo que ella llama recuerdo es en realidad otra cosa: no hace mas que contemplar, como hechizada, su propio olvido.
Tamina asiente con la cabeza.
Y el joven continua: Esa triste mirada hacia atrás no es ya una manifestación de fidelidad al muerto. El muerto ha desaparecido de su vista y ella mira al vacío.
Al vacío? Y por qué es entonces tan arduo mirar?
No es arduo por culpa de los recuerdos, le explica el joven, sino por lo remordimientos. Tamina no se perdonará nunca por haber olvidado.
-Y entonces qué tengo que hacer?- pregunta Tamina.
-Olvidarse de su olvido- dice el joven.
-Aconséjeme usted como he de hacerlo- sonríe amargamente Tamina.
-No ha tenido nunca ganas de marcharse?
-Tuve- reconoce Tamina- Tengo unas ganas tremendas de marcharme. Pero, adónde?
- A algún sitio en el que las cosas sean ligeras como la brisa. Donde las cosas hayan perdido su peso. Donde no haya reproches.
-Sí- dice Tamina soñando-, ir a algún sitio donde las cosas no pesen nada.
Y como en una fábula, como en un sueño (si esto es una fábula! si es un sueño!), Tamina abandona su barra del bar, detrás de la cual ha pasado varios años de su vida y sale con el joven fuera de la taberna. Junto a la acera hay un coche deportivo rojo. El joven se sienta al volante y le ofrece a Tamina un sitio a su lado.
.
.
.
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“La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella. La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se rescriben las biografías y la historia. ".
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Tamina murió olvidando su olvido


(tendrá 2da vez el libro de la risa y el olvido)
que no se muera

miércoles, 27 de febrero de 2008

una luz cegadora, un disparo de nieve...


ese calor que acaricia mi rostro desde tu boca
que inhalo al tenernos cara a cara
y saboreo con una parte de mi que desconozco

otro sentido al gusto es,
que se escurre al tacto
sin ver ni escuchar aromas
es el vital aliento de tu ser

y el de aquellos que ya no estan,
vienen a mi aquellos perfumes,
que no responden al olfato
tal vez la nostalgia del recuerdo

y se torna vital
aquellos perfumes se tornan vitales
ausentes o presentes
su aliento del ser recurre a mí

aquel que acarició mi rostro,
vuelvo a sentir su calor
qeu aun inhalo a la distancia
con una parte de mi que desconozco

mas que un recuerdo
y jamas un olvido
el aliento vital de tu ser
siempre presente, sin tiempo

y se torna vital
aquellos perfumes se tornan vitales
ausentes o presentes
tu aliento del ser recurre a mí

es el aliento vital de tu ser
aquellos perfumes recurren a mí
ajenos al olfato
tu aliento vital recurre a mí...
(mfp)(14.06.07)
.
.
.
una musiquita tipo silvio suena ahora
y silvio me trasnporta
y volvi a aquel dia
en los mismos zapatos aquellos
a la sonrisa de esos ojos que leian
"q me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su cancion"
el aliento vital de tu ser
lo guarde hasta hoy para mi
hoy lo comparto con vos que lees
fuí vital para alguien
y ese alguien vital para mi
(humo y flores)
.
(avecesmepasancosasbuenas)

lunes, 25 de febrero de 2008



cruzo los dedos!

Some dance to remember, some dance to forget

Q vuelvan los lentos!
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Bailas?
.
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(que saldrá de esto? no se si esta bien lo que estoy haciendo, pero espero que despues de cliquear en el cuadro de publicar entrada esto no sea solo un deseo sino un posteo!)

viernes, 15 de febrero de 2008

Mar de Fueguitos

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó.
Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.

[i]—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.[/i]

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
(eduardogaleano)

...

y bueno, a pedido del público presente, he cumplido.
alguna chispa adecuada me ha encendido

...

/mariángeles
/mardefueguitos